viernes, 27 de noviembre de 2009

EL HAMBRE Y LA ABUNDANCIA. Por Martín Rodriguez


EL HAMBRE Y LA ABUNDANCIA. 

El 17 de noviembre pasado el diario la Nación publica en su página cuatro “Sin acuerdo para financiar la lucha contra el hambre”. El artículo esta escrito por Elisabetta Pique, una corresponsal en Italia. En él se relata tristemente como el ser humano no puede escapar de su naturaleza egoísta, cruel y hasta enfermiza por momentos. La ultima cumbre de la FAO, llevada a cabo en Roma, deja resultados incomprensibles: “Mas esfuerzos para erradicar el hambre, pero ningún compromiso concreto de nuevos fondos para financiarlos. Esta fue la conclusión, bastante  paradójica  de la declaración final adoptada por unanimidad por los líderes mundiales…”

El dato más relevante es que por primera vez, el hambre a alcanzado a más de 1000 millones de personas en  el mundo.  Esta cifra de seres humanos sufriendo y muriendo de hambre, convierten a esté en el peor flagelo social que sostienen los seres humanos en este planeta. El papa Benedicto XVI en su primera participación  “denunció el ‘egoísmo’ y la ‘especulación’ con los alimentos, así como la ‘deplorable destrucción de excedentes alimentarios en función del lucro económico”.
 Parece mentira que en este tipo de cumbre se sigan lanzando discursos como si se estuvieran haciendo descubriendo intelectuales. Josue de Castro el pensador más importante en cuanto al flagelo del hambre, decía hace 50 años, decía y enseñaba al mundo muchisimo más de  lo que estos señores repiten ahora con seriedad y convicciones dudosas.

 Decía Josue de Castro hace 50 años “el hambre colectiva es un fenómeno de orden social, provocado generalmente por un aprovechamiento defectuoso de las posibilidades y recursos naturales y por una mala distribución de los bienes de consumo así obtenidos.”

Por ejemplo los principales líderes mundiales del mundo de hoy organizan cumbres mundiales para decir cosas como: dice Benedicto XVI  “el hambre no depende tanto de la escasez material, sino de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional”

Decía Josue de Castro hace 50 años:” La verdad, que resulta muy difícil de ocultar, es que el mundo dispone de recursos suficientes para que todas las colectividades humanas se alimenten de manera racional”.
 Ante todo hay que esforzarse por extirpar del pensamiento contemporáneo la idea errónea que considera la economía como un juego en el que unos tienen que perderlo todo para permitir que otros lo ganen todo. Hay que hacer de la economía un instrumento de distribución equilibrada de los bienes de la tierra, a fin de que nadie pueda aplicarle la amarga definición que de ella daba Karl Marx en el siglo pasado cuando la llamaba la «ciencia de las miserias humanas»”

Dice el Director General de la FAO, Jaques Diouf “ a su turno definió a los más de 1000 millones de personas que sufren hambre hoy en el mundo como ‘nuestra trágica conquista de la era moderna’, y reclamó 44.000 millones de dólares anuales de ayuda al desarrollo agrícola. ‘Se trata de una cantidad pequeña, si se compara con los 365.000 millones en subvenciones  a los productores agrícolas en los países europeos en 2007, o los 1,3 billones de dólares que el mundo gastó en armamento.

Decía Josue de Castro hace 50 años: En primer lugar, lo que se denomina ayuda internacional, representada por los donativos y los préstamos públicos, así como las inversiones privadas en las regiones en vías de desarrollo, ha sido siempre insuficiente, mal distribuida y mal aplicada. La recomendación de la ONU de que los países ricos deberían dedicar al menos el 1 por 100 de su producto nacional bruto a la ayuda internacional no ha sido aceptada. Sólo Francia mantuvo durante algunos años una contribución superior al 1 por 100. Los Estados Unidos de América e Inglaterra no sobrepasaron jamás, aun sumando todas las formas de ayuda, un porcentaje del 0,5 por 100 de su producto nacional bruto y, lo que es más grave, el traspaso de recursos financieros -que de 1950 a 1961 había ido aumentando en un promedio del 15 por 100 anual- alcanzó su techo a partir de esa fecha y presenta en la actualidad tendencia a disminución con relación a las rentas nacionales de los países llamados donantes.


Dice Lula da Silva: “El hambre es la más devastadora arma de destrucción masiva en nuestro planeta; no mata soldados; mata niños inocentes que ni siquiera tienen un año de edad.


Decía Josue de Castro hace 50 años: “Como hemos visto en los capítulos anteriores, las grandes zonas de hambre endémica corresponden exactamente a las antiguas zonas coloniales, ya se trate de colonias políticas, como los territorios africanos, ya de colonias económicas como la China y la mayor parte de América latina, zonas dedicadas a la producción de materias primas destinadas a alimentar las industrias europeas y norteamericanas. Sin una modificación radical de la política colonial que permita a los pueblos colonizados producir lo suficiente para satisfacer sus necesidades biológicas no se puede esperar una solución al problema del hambre universal. Los habitantes de las regiones de economía dependiente no conseguirán librarse de la esclavitud del hambre consagrando sus esfuerzos a la producción prioritaria de materias primas exportadas a bajo precio, ya que el juego de la economía mundial tiende siempre a desvalorizar su trabajo en favor de las ganancias de la industria”.De hecho, hasta los grandes descubrimientos de la técnica moderna, no era posible concebir otro tipo de civilización que aquel en que la mayoría de los hombres permanecían aplastados bajo el peso de la miseria y del hambre. Sólo ahora, cuando las fuerzas de la naturaleza han sido sometidas y puestas al servicio de la producción en masa, aparece por primera vez en la historia un tipo de sociedad capaz de abolir la pobreza y, con ella, la miseria y el hambre. Los recursos financieros de un mundo fabulosamente enriquecido en los polos de concentración de la producción, que dispone de un arsenal impresionante de técnicas para la utilización racional de los recursos materiales disponibles, permitirían al hombre resolver técnicamente el problema del hambre para todos los habitantes del planeta.”


Dice el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon: “sólo hoy 17.000 niños morirán de hambre, a pesar de que el mundo tiene suficiente comida para alimentarlos. Esto es inaceptable.
                                                                                                                
Decía Josue de Castro hace 50 años: “Es perfectamente posible pasar de una economía colonial a una economía mundial de cooperación, de reciprocidad de intereses sin provocar la quiebra de las metrópolis colonialistas. Todo depende del modo en que dichas potencias colonialistas encaren la nueva realidad del mundo. Al transformarse en grandes mercados consumidores, las regiones coloniales podrán cooperar de manera sustancial a la edificación de una economía mejor equilibrada, gracias a la absorción de los excedentes de ciertos productos procedentes de las regiones poderosamente desarrolladas. La revolución norteamericana, que en 1776 dio lugar a la independencia de las trece colonias británicas, lejos de perjudicar a la economía inglesa, contribuyó en mucho a su expansión. Y ocurrió así porque, inmediatamente después de su liberación, las colonias se convirtieron en un mercado mucho más amplio y mucho más variado de lo que había sido nunca el mercado colonial. Según Parker Hanson, «los Estados Unidos, en pleno desarrollo, contribuyeron tanto como la India al esplendor británico de la era victoriana» En la actualidad, América latina, África y el Extremo Oriente constituyen enormes mercados en potencia. Sólo esperan una cosa para entrar en acción dentro de la economía mundial: que sus habitantes, bien alimentados, sean capaces de producir lo suficiente para gozar de un nivel de vida equiparado a las posibilidades técnicas del mundo moderno. La seguridad económica y la prosperidad del mundo entero descansan, pues, sobre el mejoramiento de las condiciones de vida de estas regiones, hoy presas del hambre y la miseria. Con una economía de abundancia, cuando los diversos grupos humanos dispongan de los recursos alimenticios convenientes, tendrá lugar ciertamente una transformación radical de la estructura social del mundo. Con la «geografía de la abundancia» surgirán nuevas estructuras sociales que permitirán alcanzar una nueva etapa de la dicha y el bienestar social.”

Más allá de todas estas miradas, algunas cortas de vistas y sin contenido, otras pensadas y reflexionadas a partir de un largo alcance,  no deja de espantar la miseria y la hipocresía natural y biológica del Ser Humano, animal instintivamente egoísta y cruel. La sociedad actual, organización moderna del hombre para vivir en comunidad ha potenciado como en ningún otro momento tal egoísmo. Más allá de lo que podemos hacer desde lo individual, gotitas en medio de un mar, hacen falta convicciones políticas e ideológicas y nuevos sistemas de organización.  Quien aprueba que hoy, mañana, cada día, mueran en el mundo 17000 niños e hambre.  Quien puede vivir con ello.  A tan extrema miseria humana habría de declarar extrema reacción: “El remedio es también el propuesto por los comunistas de todos los tiempos. La causa del mal es el egoísmo; lo que mantiene el egoísmo  es el interés particular; el interés particular sólo puede desaparecer con la propiedad privada, por lo que ha de abolirse ésta; en la sociedad ideal la igualdad económica entre los ciudadanos debe ser completa.”  Atenúa Rousseau : Mi idea, dice no es destruir totalmente la propiedad particular, porque eso es imposible, sino encerrarla en lo más estrechos limites, darle un freno que la contenga, la dirija, la subyugue y la mantenga siempre subordinada al bien público. Una igualdad económica absoluta es irrealizable actualmente, pero es el ideal que hay que tener siempre a la vista y que hay que esforzarse  por realizar  en la medida de lo posible. La ley fundamental de vuestra institución debe ser la igualdad.”

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